miércoles, 7 de noviembre de 2018

Una casa para siempre (E. Vila-Matas)


El libro cuenta la historia de un ventrílocuo que ha perdido su voz y se expresa a través de los personajes con los que trabaja. Este hombre va contando su vida mediante una sucesión de relatos que rompen la estructura novelesca; en realidad podríamos decir que el libro está a medio camino entre la novela y el cuento. 
La lectura me parece un poco confusa y bastante exigente con el receptor, puesto que no hay una continuidad temporal y en ocasiones la relación entre unos cuentos y otros es bastante laxa. 
De la biografía del protagonista podemos decir que de niño conoció a un personaje turbio, un loco que asesinó a una niña, Laura, que formaba parte de su pandilla de veraneo junto con Pedro. Años después, ya siendo él ventrílocuo, se encuentra con Pedro (con el que ya no tiene nada que ver) y se produce otro asesinato similar. Por otra parte, ya siendo un ventrílocuo exitoso, comete él mismo un asesinato del que acabará huyendo. 
En el libro se habla de las relaciones, de la paternidad, del dolor, de la soledad o la incomprensión, pero sobre todo de la voz de cada uno y de la ficción como lugar de refugio que nos puede ayudar a entender la realidad. 
Es el padre del protagonista quien, en su lecho de muerte, le regala este mundo, que su hijo habitará para siempre, como se ve la última parte del libro y que pone título al mismo. 

Lo cierto es que, como he comentado, me parece un libro complicado que creo que poco le puede interesar a un lector joven. Lo recomendaría más bien para un público adulto. 

Publicado por Debolsillo. 
Páginas: 125. 

Fragmento: 
De mi madre siempre supe poco. Alguien la mató en la casa de Bérgamo, dos días después de que yo naciera. El crimen fue todo un misterio que creí dar por resuelto el día en que cumplí veinte años, y mi padre, desde su lecho de muerte, reclamó mi presencia y me dijo que, por desconfianza a los adjetivos, estaba aproximándose al momento en que enmudecería radicalmente, pero que antes deseaba contarme algo que juzgaba importante que yo supiera. "Incluso las palabras nos abandonan", recuerdo que dijo, "y con eso está dicho todo, pero antes debes saber que tu madre murió porque yo así lo dispuse" .Pensé de inmediato en un asesino a sueldo y, pasados los primeros instantes de perplejidad, comencé a dar por cierto lo que mi padre estaba confesando. Cada vez que pensaba en el hacha ensangrentada sentía que el mundo se hundía a mis pies y que atrás quedaban, patéticamente dibujadas para siempre, las escenas (de alegría y plenitud que me habían hecho idealizar la figura paterna y forjar la imagen mítica de un hombre siempre levantado antes de la aurora, en pijama, con los hombros cubiertos por un chal, el cigarrillo entre los dedos, los ojos fijos en la veleta de una chimenea, mirando nacer el día, entregándose con implacable regularidad y con monstruosa perseverancia al rito solitario de crear su propio lenguaje a través de la escritura de un libro de memorias o inventario de nostalgias que siempre pensé que, a su muerte, pasaría a formar parte de mi tierna aunque pavorosa herencia.

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