domingo, 6 de mayo de 2018

No voy a pedirle a nadie que me crea (Juan Pablo Villalobos)



Juan Pablo es un chico mexicano que va a viajar a Barcelona para hacer un doctorado en literatura. Con él viajará su novia, Valentina, que también ha estudiado literatura. Hasta ahí todo normal. El problema es que Juan Pablo tiene un primo que siempre está haciendo negocios al margen de la ley, uno de estos que quiere hacerse rico a toda costa y que desprecia o mira con lástima el empeño de Juan Pablo por ser profesor de literatura, y estudiar, y no prosperar lo suficiente, y no hacerse rico. 
Poco antes de la partida Juan Pablo recibe la llamada de su primo, y quedan citados en un determinado lugar con unos socios con los que Lorenzo está haciendo unos negocios millonarios. No fastidio nada si digo que de esa reunión el primo no sale vivo (porque es al principio de todo, y porque su voz se seguirá escuchando a lo largo del libro), y que Juan Pablo acaba involucrado en una trama mafiosa internacional que condicionará su vida y la de Valentina. 
Ya en Barcelona, y siguiendo siempre las indicaciones del licenciado (el jefe mafioso, o uno de ellos), Juan Pablo conoce al chino, que se llama Chino, al pakistaní; que se llama Ahmed, al Chungo, que lógicamente es chungo, a Chucky y a varias Laias. Todos ellos, excepto las Laias, peligrosísimos mafiosos. 
Paralelamente al desarrollo de una trama muy intrigante, el protagonista, Juan Pablo, va escribiendo una novela y haciendo comentarios sobre su tesis doctoral, el humor en la narración, etc. Sin embargo, los narradores van alternando, de manera que los registros, las técnicas y las perspectivas narrativas son diferentes. En este sentido, el libro crea un entramado muy interesante. 
Por si todo eso fuera poco, es divertidísimo. Las situaciones, los perfiles de unos personajes perfectamente dibujados a través de pocos rasgos pero muy significativos, de sus propias palabras y de los comentarios de otros, llevan a un humor que llega como sin querer; es decir, uno está leyendo algo serio e incluso grave, y de repente se está partiendo de risa, sin saber muy bien cómo ha pasado de un extremo a otro. ¡Yo me vi llorando de risa!
Por cierto, el título recoge algo que dicen muchos de los personajes a medida que se van enfangando en un mundo aparentemente absurdo del que no sabrán cómo salir. 

Publicado por Anagrama, 2016.

Creo que es un libro muy recomendable. Una de las pruebas de que es posible tener sentido del humor y calidad literaria. Estoy deseando leer otros libros del autor. 
Edad: lo recomiendo a partir de 16 años, aunque en realidad puede leerlo todo el mundo.

Fragmento: 
Mi ingenuidad en materia de negocios era tan grande que no sabía que se celebraban reuniones de inversionistas en sótanos de table dance y con uno de los socios amarrado a una silla al más puro estilo secuestro. Mi primo me saludó con un movimiento de las cejas: tenía el resto del cuerpo atado por un mecate. La boca la llevaba repleta de esparadrapo y aun así se esforzó por sonreírme, fracasando. Eran dos, más mi primo. Estaban bien chaparros, como diría mi madre, y lucían panzas embarazadas de cerveza y mucho gel en sendos peinados barrocos, casi churriguerescos, pero con un par de pistolas (una cada uno) que les daban, de súbito, la apariencia feroz que la genética les había negado (desarmados parecían dos gorditos simpáticos, de esos que se ponen a alburear sin parar para disimular sus impulsos homoeróticos). El sótano estaba lleno de cajas, había un foco rojo que colgaba del techo y que resultaba francamente redundante. 
[...] ¿Y Valentina?, me dice Rolando cuando me ve acercarme a su coche arrastrando las maletas solo. Este, Valentina no viene, digo. ¿Cómo que no viene?, dice. Terminamos, digo. No mames, ¿cuándo?, pregunta. Hoy, ahorita, hace media hora, digo. No mames, dice, ¿la terminaste tú o te terminó ella? Yo, digo. ¿Y eso?, dice. Quiero irme solo a Barcelona, digo, quiero hacer una vida nueva, necesito un nuevo proyecto de vida. ¿De qué chingados estás hablando?, dice, con la misma expresión de congoja en la cara que tenía el día de 1991 en que le conté que me iba a Xalapa a estudiar letras (Te vas a morir de hambre, dijo en aquella ocasión). Lo de mi primo me afectó mucho, digo. ¿Y qué tiene que ver que a tu primo lo hayan atropellado con que mandes a la chingada a Valentina?, dice. Tiene las llaves del coche en la mano y no abre la cajuela. Que un día estás vivo y al día siguiente estás muerto. ¿Y se te vino a ocurrir justo ahora? ¿Antes de ir al aeropuerto? Qué cruel eres. Ya lo habíamos hablado antes, digo, pero ella estaba aferrada, y sólo pude convencerla ahora. ¿Convencerla?, ¿de qué?, dice. De que no viniera, digo, de que era lo mejor para los dos. No mames, dice. Te vas a arrepentir. Es normal que ahora estés confundido. Puede ser, digo. Pero lo hecho hecho está. ¿Nos vamos? Se está haciendo tarde. ¿Y qué va a hacer?, dice. ¿Quién?, digo. ¿Cómo quién? ¡Ella!, dice. Nada, digo, se va a regresar a Xalapa. No mames, dice. Por fin abre la cajuela del coche y cuando estoy metiendo las maletas suena el celular. Es para ti, dice, extrañado, pasándome el aparato. Un amigo que se quiere despedir. 
¿Bueno?, digo. ¿Y tu novia, compadre?, dice una voz con acento del norte. ¿Quién habla?, digo, mientras me alejo del coche y de Rolando lo suficiente para que no pueda escucharme. Habla el Chucky, pendejo, dice. Mira para la esquina. Al otro lado, compadre. ¿Ya me viste? ¿Dónde está Valentina? Este, digo, no viene, terminamos. Ve por ella, dice. No puedo, digo. ¿Por qué?, dice. Porque no va a querer, digo. ¿Tú la mandaste a la chingada, compadre?, pregunta ¿querías protegerla? Si serás pendejo. Si quieres protegerla lo que tienes que hacer ahora es convencerla de que se suba al avión. No va a querer, digo, fui bastante cruel. Tú qué sabes lo que es la crueldad, pendejo, dice. Crueles son los pinches chóferes de los microbuses, ya ves que te pasan justo por encima de a cabeza. Pinches cabezas ya no las hacen como antes, compadre, se revientan como sandías, parecen artesanía de Tlaquepaque. Pero no hay tiempo, digo, se nos va a ir el vuelo. ¿Y qué chingados haces perdiendo el tiempo conmigo?, dice, y cuelga. 

jueves, 3 de mayo de 2018

para tomar medidas micropoéticas (Ajo)


Hoy presento un precioso libro-objeto de Ajo. Se trata de un libro de micropoemas escritos en un metro de madera. Una auténtica delicia. 

Van algunos de los micropoemas:
- No contento con existir // tuviste que venir a existir a mi lado // a un milímetro escaso. 
- Estoy superhada // con h intercalada.
- El día de dejemos de enamorarnos como perras // nos aburriremos como ostras. 
- Perdona por pedirte peras // no sabía que eras olmo. 
- Desordenando la felicidad // me encontré con la vida. 
- veo veo -que ves? -pues en general: mucho gusano y poca mariposa. 

Publicado en 2011.

Para que veáis el "libro abierto". El mío, aunque ya tiene algunos años, todavía huele a madera. 

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Volver (Jaime Gil de Biedma)

  Después de mucho tiempo vuelvo a leer este libro de Gil de Biedma: representante indispensable de la llamada Generación de los 50. Algunos...