miércoles, 7 de noviembre de 2018

El largo adiós (Chandler, Raymon)


Peter Marlow conoce a Terry Lennox durante una de sus muchas borracheras. Sin saber muy bien por qué le coge aprecio inmediato y, cuando Lennox se ve envuelto en graves problemas, Marlow decide ayudarlo para que pueda huir a México; dando por sentado, por supuesto, que es inocente. 
Sin embargo, al poco tiempo, Lennox se suicida dejando una carta de confesión.
Todavía no se ha repuesto Marlow de su sorpresa, pues algo no le encaja, cuando requiere sus servicios la señora Wade. Lo que pretende es que el detective encuentre a su marido, Roger: escritor de éxito y alcohólico empedernido que lleva días sin aparecer. 
Las dos historias acabarán entrecruzándose para dar lugar a la que está considerada la mejor novela policíaca de todos los tiempos. 
Bueno, sin atreverme a ratificar tal afirmación diré que se trata de un buen libro de género, una especie de fuente de la que han bebido numerosos autores de novela negra (como Piglia, sin ir más lejos). 

Se puede leer a cualquier edad pero hay que tener en cuenta su extensión. Quizás a partir de 15 años está bien; eso sí, para lectores experimentados. 
Publicado por Debolsillo. 
Páginas: 446. 

Fragmento: 
Cuando Wade abrió la puerta, el zumbido proveniente del salón nos estalló en la cara. Parecía más alto que antes, si esto era posible. Unas dos copas más alto. Wade saludó a unos y a otros, y daba la impresión que la gente se alegraba de verlo. Pero a estas alturas se hubieran alegrado de ver a un asesino en serie con un punzón de hielo. La vida no era más que un gran vodevil. 
Por el camino hacia el bar nos tropezamos cara a cara con el doctor Lorign y su esposa. Él se levantó y dio un paso adelante para enfrentarse a Wade . Una expresión de odio le desfiguraba el rostro. 
-Me alegro de verlo, doctor -digo Wade con amabilidad-. Hola, Linda. ¿Por qué te escondes últimamente? No, creo que ha sido una pregunta estúpida. Yo...
-Señor Wade, dijo Loring con una voz algo temblorosa-, tengo algo que decirle. Algo muy sencillo y, espero, muy terminante. Apártese de mi mujer. 
Wade lo miró con curiosidad. 
-Doctor, usted está cansado. Y no ha bebido nada. Deje que le traiga una copa. 
-No bebo, señor Wade. Y, como sabe perfectamente, estoy aquí con un único propósito, y acabo de hacerlo patente. 
-Bien, creo que lo he comprendido -repuso Wade aun amable-. Y como es un invitado en mi casa, no tengo nada que decirle, excepto que creo que está usted delirando. 
A nuestro alrededor las conversaciones se habían detenido. Chicos y chicas eran todo oídos. Una superproducción. El doctor Loring sacó un par de guates del bolsillo, los estiró, agarró un por un dedo y lo estrelló con violencia contra el rostro de Wade. 
Wade ni siquiera parpadeó. 

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