El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató a su mujer, a sus dos hijos, a sus padres y a su perro. También había intentado matar a su amante y a sí mismo en un intento de suicidio fallido.
Jean-Claude Romand, investigador, médico, profesor universitario, trabajador intachable de la OMS (Organización Mundial de la Salud) de repente ¿se vuelve loco? ¿qué explicación puede tener esta repentina sucesión de asesinatos? ¿qué esconde?
Esto que acabo de contar podría ser el abigarrado argumento de una de esas películas baratas que ponen en la tele a las cuatro de la tarde los fines de semana; y entonces creeríamos que se han pasado con el guion. Sin embargo, lo terrible de esta historia es que es rigurosamente cierta. Carrère sigue los pasos del asesino confeso en busca de respuestas.
Obra magnífica, que recuerda, por unos motivos a Truman Capote (A sangre fría) y por otros a Javier Cercas (El impostor).
Publicado por Anagrama, en 2006.
A partir de 16 años.... ¡No apto para impresionables!
Fragmento:
La mañana del sábado 9 de enero de 1993, mientras Jean-Claude Romand
mataba a su mujer y a sus hijos, yo asistía con los míos a una reunión
pedagógica en la escuela de Gabriel, nuestro hijo primogénito. Gabriel
tenía cinco años, la edad de Antoine Romand. Luego fuimos a comer con
mis padres, y Romand a casa de los suyos, a los que mató después de la
comida. Pasé solo en mi estudio la tarde del sábado y el domingo,
normalmente dedicados a la vida en común, porque estaba terminando un
libro en el que trabajaba desde hacía un año: la biografía del novelista
de ciencia ficción Philip K. Dick. El último capítulo contaba los días
que había pasado en coma antes de morir. Terminé el martes por la tarde y
el miércoles por la mañana leí el primer artículo de Libération dedicado al asunto Romand.
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