martes, 24 de abril de 2018

Amores enanos (Federico Jeanmaire)

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Bien es sabido, sobre todo desde Otra vuelta de tuerca, que uno no debe fiarse de los narradores en 1º persona; sin embargo,  Milagro, logra embaucarnos porque es, sobre todo, un tramposo. 
En esta breve novela, el protagonista va narrando su vida a través de saltos temporales que le sirvne para ir introduciendo temas, justificando actos, o desviando la atención del ingenuo lector que se deja arrastrar por las peripecias graciosas, y a veces inverosímiles, de un grupo de enanos que se gana la vida haciendo shows para señoras. Con el tiempo, logran montar una especie de parque temático cuyas reglas serán inquebrantables. 
Se trata de una novela muy divertida en la que subyace una lectura más profunda sobre la incomunicación, los celos, el desamor, las relaciones sexuales, el ego, el engaño y, en definitiva, las relaciones humanas.

Publicada por Anagrama; Barcelona, 2016.

Un fragmento: 
"Podría haber comenzado por el final.
Contar que una mañana, justo cuando estaba a punto de levantarme de la cama para cerrar las canillas que dan origen a las cataratas, irrumpieron en el barrio cinco coches de la policía con sus sirenas encendidas preguntando por Milagritos León. Que me esposaron y me metieron en uno de los patrulleros. Sin darme siquiera una explicación. 
Podría. 
¿Pero de qué serviría si no detallara todo lo que ocurrió antes de aquella desgraciada mañana?
De todas maneras, intentaré adelantarme, no detenerme en detalles menores, si no estas páginas van a resultar infinitas. 
Comenzar en otro momento, por ejemplo.
Cuando ya estamos, Perico y yo, subidos al escenario del local o paseando entre las mesas repletas de mujeres. 
Entre los altos el mito existe: parece que los enanos machos tenemos un sexo de exageradas dimensiones. Otra desproporción u otra deformidad, mejor. Una monstruosidad más. Una que, incuso, no se ve, no puede palparse. Pero que la gente presume como cierta. Es más, la gente enana no está convencida de ello.
De ahí el ofrecimiento de Carlos María Robles. 
Sus simpáticas clientas, por fin, podrían constatar a partir de sus propios ojos y de sus propias manos, con absoluta libertad para hacer y deshacer, la verdad acerca de aquel mito tan arraigado en la sociedad. 
Había un problema, sin embargo. 
Si bien Perico está muy bien dotado, yo no. 
Claro que Robles no le dio ninguna importancia al asunto. Como siempre, se rio a carcajadas [...]
Entonces.
Estamos arriba del escenario. Perico disfrazado de Batman y yo disfrazado de Robin..."
(Páginas 43-44)

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