miércoles, 12 de septiembre de 2018

Diario de un joven médico (Mijaíl Bulgákov)

El autor nos cuenta sus vivencias como médico rural justo antes de la Revolución Rusa. El pobre, recién licenciado, se encuentra en un remoto lugar de Rusia rodeado de campesinos desconfiados e ignorantes y perseguido por las tremendas inseguridades que le brinda su inexperiencia. 

Las anécdotas se suceden en un tono humorístico y crítico. Un placer de lectura. 

Edad: a partir de 14 años. 

Fragmento
Me quedé dormido. 
… Y me desperté. 
-¿Qué pasa? ¿Qué? ¿Qué pasa, Axinia? -balbucí.
Axinia estaba de pie, cubriéndose con pudor con una falda de lunares blancos sobre fondo negro. L vela alumbraba intermitentemente su rostro atontado y agitado. 
-Acaba de venir Maria. Pelagueya Ivanovna le ha ordenado que lo llamara a usted corriendo. 
-¿Qué pasa?
-Dice que vaya a la sala 2, que el molinero se está muriendo. 
-¿Qué? ¿Muriendo? ¿Cómo que está muriendo?
Mis pies descalzos sintieron entonces el suelo helado porque no daba con las zapatillas. Se me rompían las cerillas y tardé bastante en encender la llamita azulada de la lámpara... El reloj marcaba exactamente las seis. 
"¿Qué pasará...? ¿Qué ocurre? ¿No será malaria? ¿Qué tendrá el molinero? El pulso era perfecto..."
Antes de cinco minutos, con los calcetines del revés, la chaqueta sin abotonar, despeinado, con mis botas del fieltro, atravesé corriendo el patio, todavía a oscuras, y entré en la sala 2. 
Sobre una cama deshecha, junto a las sábanas arrugadas, vestido con la ropa de la clínica, estaba sentado el molinero, alumbrado por una lámpara de petróleo. Su barba pelirroja estaba completamente enredada y sus ojos me parecieron negros y enormes. El molinero se tambaleaba como si estuviera borracho. Se miraba con terror, le constaba respirar...
La enfermera Maria, con la boca abierta, miraba el rostro púrpura oscuro del molinero. 
Pelagueya Ivanovna, con la bata torcida y la cabeza descubierta, se lanzó a mi encuentro. 
-¡Doctor! -exclamó con voz enronquecida-. ¡Le juro que no he hecho nada malo! ¿Quién podía haberlo imaginado? Usted escribió que era una persona educada...
-Pero ¿qué pasa?
-¡Imagínese, doctor! ¡Se ha tomado los diez sobres de quinina de golpe! A medianoche. 



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